La luna me observa sigilosa,
me desnuda, martillando la balanza,
el corazón se me hace greda
y las lágrimas de trigo,
cuchareando la ausencia.
Converso con el muro de piedra
frío, como la primera noche de marzo,
regresan tus besos mi bienamado
cargados de violetas y cuchillos.
Entonces mis zapatos se olvidan de volar
el cielo se quiebra como una copa,
se ríe la flor de la higuera en mi presencia.
Y un planeta perdido tras de mi ventana,
me deja su estela de arrogantes campanas
atraviesan la gravedad del silencio
de iglesias derrumbadas por el óxido.
Guillermina Covarrubias Medina
02/03/2015/
Pienso que lo has logrado muy bien, amiga. Estupendo!
ResponderBorrarAbrazos