Cinco ciclos tiene la luna, creciente, nueva, llena, menguante y yo... cuando escribo, totalmente ausente.
El invierno emigra de mi rincón,
ya no habita en las mejillas
no es cautivo en la trinchera
y no moja las pestañas,
parpadeando en los astros,
crucificando la vida.
Se quiebran los harapos,
yacen junto a los besos de ceniza,
fosificados en el péndulo ,
y los muslos que ardían,
se han sellado, en los verbos,
de la Pizarnik o de Baudelaire.
En el ocaso, detrás del
el horizonte, las golondrinas
alzan vuelo hacía su eterno norte.
Los versos de madrugada
nacen libres, bajo el sol naciente.
Y el trigal canta, canta,
mece las lunas de mil noches.
Guillermina Covarrubias Medina
17/05/ 2021
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