Las canciones antiguas, despiertan divagadores y errabundos ruidos que se estacionan fugaces en los siete sentidos, y mi cuerpo palpitante abre caminos, cruza puertas y baja telones. El rostro es un puñado de gestos, que se extienden como el musgo, o el ring interminable, de un timbre en las travesuras de un niño.
Me descubre pensativa la noche, se fusionan los sentires, las palabras misteriosas prostituyen, clavan penas en la corneas y la llena de rocíos. Lo empírico me enreda en su trampa, y la maleza no debe dejar rastros, ni un punto muerto en el espejo y las leves capas de polvo, el plumero las arrastra alegremente, entonces se me atiborran las venas de estrellas.
Mi café se enfría no importa, me transporto a mi lago sereno tarareando la canción de Facundo Cabral No soy de aquí, ni soy de allá no tengo edad, ni porvenir y ser feliz es mi color de identidad.
Guillermina Covarrubias Medina
D.D.R.R.
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