o sabe guardar la senda,
¡ay alma porque suspiras
en la edad de plata!
y como puede deshojarse
la travesía de los solitarios
el silencio que clava la frente.
No se mata en la memoria
derrama una y otra vez
en este frágil vaso mío,
que se llena con nuevas
heridas y renuncias
y una y otra vez.
Se abre el corazón
corre lento el mundo sin ti
y aun así el verso crece,
mientras mastico la tinta
en el terreno infecundo,
de mi voz perpetua,
con el peso silencioso
en el latir profundo,
donde caen las palabras
y dos gotas de agua,
van regando las mejillas.
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