Lo busca por los callejones solitarios, entre sus órbitas opacas, nebulosas, la noche parece un calabozo en el tiempo, que hace sus acrobacias, lleva en sus manos jeroglíficos, papeles en blanco y escritos, de tanto llevar su recuerdo en poemas, con ritos clandestinos, y se hunden en sus horas los versos que encadenan sus latidos.
El viento sarcástico, baraja las ramas de los árboles burlándose de su locura, los grillos bajo el romero y el croar de las ranas al unísono, se sacuden las nostalgias, las nubes siguen abriendo sus ojos y la lluvia infinita canta, canta.
Sin embargo, ella lo busca en el reflejo de las aguas, como arando las distancias, las gotas se escurren por las hendijas de su paraguas, quizás a lo lejos alguien le deletree, estás hecha de olvido, el invierno no es perenne y la lluvia no es hastío.
Y se queda trenzando la vida, con el recuerdo atado a la cintura, bajo su falda, en su negro café, mientras la lluvia canta, canta.
Guillermina Covarrubias Medina.
08/09/2023/
DDRR